13 de marzo de 2013

Marido equivocado

Anoche mirábamos con Emilia otro capítulo de CSI Miami —ella prefiere la versión ambientada en Nueva York—. El episodio de ayer tenía una trama de lo más original: un secuestrador, que termina siendo una persona allegada a la familia, rapta a la bebé de una pareja adinerada para luego pedir una suma millonaria a cambio de la pequeña. Algo nunca visto en Hollywood.
    Ironías aparte, en cierto momento, durante la investigación y tratando de averiguar el paradero de la bebé raptada, los CSI encuentran el chupete que al momento del secuestro la pequeña llevaba consigo; al hacerle las pruebas de laboratorio de rigor, confirman que es suyo, y además descubren que el supuesto papá de la niña no es su padre biológico, secreto que la adúltera de su mamá se tenía bien guardado. (Parece que el verdadero padre de la bebé era el fotógrafo de la familia, un pintún con el que la mamá había tenido un desliz en tiempos de inestabilidad en la relación de pareja —ellas siempre tienen una excusa que suena menos condenable que la nuestra—; el flaco, cuando se entera de que tiene una hija, decide secuestrarla para llevársela a vivir con él a otra ciudad... Pero todo esto no viene al caso.)
    Comienza la tanda. Pasan unos segundos, Emilia se vuelve a mí y me dice, levantando la frente y bajando la vista, mirando al infinito, con aire reflexivo:
    —¿Viste, papá, que al final el papá de la bebé no era el verdadero papá?
    Como todo padre orgulloso de su hija, me reconfortó su habilidad para desentramar el argumento de una serie que, por su contenido, no tiene un lenguaje pensado para el público menudo; como corrector, no puedo evitar notar que utilizó ‘papá’ tres veces en la misma frase y con tres referencias diferentes, aunque, pese a ello, el mensaje era claro y efectivo. Pero luego vendría un razonamiento suyo que instantáneamente convertiría ese orgullo en pavor:
    —Eso quiere decir que...
    Al igual que en las películas, siento que el tiempo se detiene, y un millón de ideas se me pasan por la cabeza en un segundo: «¿Cómo...? Si [quiero creer que] no sabe nada de sexo... Si menos maneja aún el concepto de infidelidad... Si todavía piensa que casarse es condición necesaria y suficiente para tener hijos... ¿Cómo...?». Cierro los ojos, y espero con taquicardia el desenlace de su exposición:
    —...que se casó con el señor equivocado.
    Recupero el aliento, y no puedo más que asentir con la cabeza. Y basta de tele después de las diez de la noche.

Casualidades, ¿viste?

El hermano de mi papá se casó con la hermana de mi mamá, por lo que mis primos tienen exactamente mis mismos apellidos, como si fueran hermanos míos. Luego, mis padres, además de marido y mujer, son concuñados (hermanos de cónyuges) entre sí; también son concuñados (cónyuges de hermanos) cada uno de mis padres con sus respectivos hermanos.
    Mi papá tiene un primo llamado Jorge; su señora se llama Gladys, y tienen dos hijos, Marcelo y Gustavo. Mi mamá también tiene un primo llamado Jorge; su señora también se llama Gladys, y tienen tres hijos, dos de los cuales se llaman Marcelo y Gustavo.
    Como Paul Gauguin, Dean Martin, Tom Jones, Liam Neeson, Juan Luis Guerra, Prince, Cafú y Anna Kúrnikova, nací un 7 de junio, día de San Roberto, abad de Newminster; dice papá (fue él quien eligió mi nombre) que no sabía lo del Santo... y le creo.
    Nací el día en que mi hermana cumplía 3 años. (Sí, leíste bien: mi hermana y yo cumplimos años el mismo día, pero nos llevamos tres de diferencia.) Tres décadas más tarde, también un 7 de junio, nacería mi tercer sobrino.
    Me casé un 6 de setiembre, el día del cumpleaños de ella. Once años más tarde, y también un 6 de setiembre, nació mi cuarto sobrino. (Hablando de sobrinos, el quinto y el primero cumplen años el mismo día, el 17 de diciembre.)
    Cada año, los cuatro integrantes de la familia (Luciano, Emilia, Evangelina y yo) festejamos nuestro cumpleaños el mismo día de la semana: este 2013 será un viernes.
    Entre el 7 de junio y el 23 de agosto (cumple de Emi) hay 77 días, la misma cantidad de días que hay del 6 de setiembre (cumple de Eva) al 22 de noviembre (cumple de Lu).
    En la escuela tuve el honor de llevar la bandera de Artigas, y en el liceo también.
    Calzo 43-44, lo que me ayuda siempre a calcular la edad de mis padres: papá y mamá nacieron en 1943 y 1944, respectivamente.
    ¿No serán muchas casualidades?