10 de abril de 2013

El casco y la bici

De Gasalla a Eladia Blázquez, pasando por el condón


«Y acordate: si vas a salir luego de noche, si vas a hacer alguna “cosita” por ahí, no te olvides de usar preservativo. Porque si no te cuidás vos... ¡no te cuida nadie!». Así cerraba Antonio Gasalla su programa de los viernes por la noche.
     Pero la recomendación del autocuidado no solo aplica a la prevención de las infecciones de trasmisión sexual, aunque el sexo casual pareciera ser la única actividad en la que todos tomamos recaudo —sí, ya sé: kamikazes hay siempre y en todas las artes— sin cuestionamientos: «Obvio. ¡Mirá si me la voy a rifar!», me parece estarte escuchando. Aunque si hablamos de protección en el tránsito, por ejemplo, ya no nos cuidamos de la misma manera.
     En el caso particular de las bicis, ¿por qué nos cuesta tanto ponernos el casco? ¿Por qué le tenemos tanto miedo a morirnos de sida y no a hacerlo de un golpe en la cabeza? ¿Será un tema de moda? Con casco, algunos parecemos verdaderos extraterrestres, sí —¡chocolate por la noticia!—, pero si sos de los que prioriza la estética por sobre la vida, admito no poder argumentar contra esa lógica. ¿Acaso soy más piola, más cool si voy sin casco? ¿Cuidarse el marote es solo cosa de frikis, de tontos que no se animan a transgredir la norma? ¿Otra vez será esa mezcla explosiva de pereza, autoconfianza e ingenuidad («A mí no me va a pasar nada») que ya más de una vez nos ha estallado en la cara? «¿Para qué me voy a poner casco si voy hasta acá nomás?», seguro escuchaste a alguien decir, como si moverse en el tránsito fuera igual que jugar a la mancha, y tu casa, la valle, y uno estuviera exento de siniestros por el solo hecho de encontrarse a menos de equis cuadras de su hogar; estaría bueno, no te lo voy a negar, pero de ahí a que sea cierto...
     Uno de los aspectos que generó más polémica entre los propios miembros del colectivo biciquero, a propósito de la nueva normativa para motos y bicicletas, ha sido la obligatoriedad del casco para los ciclistas. Son muchísimos los usuarios de la bicicleta que están en contra del uso obligatorio del casco. Ya he escuchado a varios colegas decir cosas como «Soy yo quien decide si me cuido la cabeza o no, la ley no me puede obligar a eso». ¿Te acordás de cuando ante nuestros insistentes «por qué» mamá nos terminaba contestando con ese «porque sí» que tanto nos hacía enojar? No era que no quisiera darnos las explicaciones del caso: era que seguramente, a esa edad, no las íbamos a entender. Y el motivo por el que una norma obliga a comportarse de determinada manera muchas veces suena al porquesí de mamá. Pero es que la ley no puede decirnos «Miren, manga de pelotudos: tamos cansados —sí, el Poder Legislativo también habla de “tar” en lugar de “estar”— de atender a varios de ustedes que se creyeron Ironman y terminaron con el balero partido»; entonces corta por lo sano y termina imponiéndonos la conducta preventiva que debió ser la adoptada por nosotros desde un principio. Volviendo al condón, estoy convencido de que si se pudiera fiscalizar, el uso del preservativo también sería obligatorio, pues también el MSP está harto de gastar tiempo —¡y plata!— en salvarle la vida al pelotucida (mezcla de ‘pelotudo’ y ‘suicida’) que no se quiso poner forro.
     Nos pasó lo mismo con el cinturón de seguridad, ¿te acordás?, pero ahora te sentás en el auto y ya aprendiste que lo primerito es abrochártelo. Pues bien, ahora es el turno del casco en las bicis, y también lo vamos a aprender.
     Hay una versión muy conocida de la negra Mercedes Sosa, pero a mí me gusta más la de Marilina Ross; estoy pensando en los versos de doña Eladia Blázquez: Honrar la vida. ¿Acaso no es eso lo que debemos hacer quienes tenemos la suerte de estar vivos? Empezá por cuidarte, entonces, porque si no te cuidás vos...

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